CAÍN

Dicen los mas viejos del lugar que unos señores de Villaverde de Asturias tenían un caserío allá en tierras de la vecina comunidad castellana, donde los pastores acudían con ganado los veranos, marchando de vuelta a Asturias “por el puertu” al llegar el invierno.

Ya se sabe que si al aburrimiento veraniego juvenil se suma la convivencia de mozos y mozas, allá en épocas pretéritas, la estadística demoledora entra en juego, la ruleta demográfica comienza a girar,y claro, sin querer, alguna de las jóvenes zagalas se iba a acabar por embarazar.

Por aquellas fechas troglodíticas y macarrónicas el embarazo fuera de matrimonio era fuertemente castigado, por lo que la muchacha dijo que allí se quedaría a pasar el invierno. El mozo responsable, que no culpable, porque aquel desliz, como tantos otros, fue cosa de dos, por aquello de velar por la continuación genética del tronco familiar, sin dudar un segundo dijo que él también se iba a quedar. 

Poco a poco fueron formando familia y un mayordomo iba cada verano a cobrarles el alquiler en nombre de los señores de Villaverde, hasta que un año, tan pobres los vio, que rebuscó por entre su propio bolsillo y en lugar de cobrarles les dio unos maravedíes que él mismo llevaba. 

Cuando llegó de nuevo a los dominios del señorío de Villaverde, conminado para que les entregará lo recaudado, pese a poder quedar de ladrón, le dijo, titubeante al señor, que tenían tanta prole y eran tan pobres aquellos jóvenes que no merecían pagar tributo alguno, de seguir cobrándoles, aquello sería su fin. 

¿Qué como se llamaba aquel lugar?...Caín, aquello se llamaba Caín.

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