Cuando la última imagen, cuando el último suspiro, cuando el último recuerdo se haya borrado de la memoria del último de los habitantes de cualquiera de las aldeas abandonadas de aquí o de allá, cuando las nuevas generaciones den la espalda sin remedio a una forma de vida ancestral y pretérita, cuando el humo gris deje de ser escupido por las chimeneas para engrosar la colección de tonos plomizos del cielo otoñal astur, ese día, todos habremos perdido un pedacito de nuestra identidad. Mientras exista memoria, habrá recuerdo y un pueblo que no olvida es un pueblo vivo. Mientra haya vida habrá esperanza y la esperanza es lo último que se pierde. No dejes que las huellas se borren de sus caminos. Recorre con nosotros las aldeas olvidadas de Piloña.
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